domingo, 30 de septiembre de 2012

La falsedad del bien común


http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/la-falsedad-del-bien-comun_751798.html

La idea de bien común, asimilable a la de interés general, está presente en la teoría política desde la antigua Grecia. Parte de un presupuesto antropológico previo, la igualdad de los seres humanos. En la medida en la que los seres humanos somos iguales en naturaleza, tenemos intereses compartidos que desembocan en un bien común. El discurso de la Modernidad, al menos de la Modernidad dominante de los Descartes, Kant o Hegel, desde una posición también de defensa de una esencia humana compartida, reafirma esta idea de un bien que es común para toda la sociedad, entendida, a la manera liberal, como agregado de individuos iguales.
Este presupuesto teórico dominante durante siglos en nuestra cultura se ha convertido en un lugar común casi incuestionable en el discurso político sistémico. Así, es preceptiva, para todo gobernante la declaración de que ejerce su acción en busca del bien común. Cualquier medida que se adopte lo será siempre en defensa del bien común. La profunda agresión que el gobierno de Partido Popular está perpetrando contra la ciudadanía es también justificada apelando al bien común, a los intereses del país. Claro que, en algunos casos, resulta tremendamente complicado entender cómo el deterioro de los servicios públicos más básicos, como la sanidad y la educación, puede formar parte de un proyecto tendente al bien común.

EN REALIDAD, la cuestión tiene bastante de teórica, pues el bien común no es sino una construcción ideológica que pretende camuflar la diversidad de intereses que atraviesan las sociedades. Frente a esa idea de igualdad de los seres humanos que han defendido las filosofías dominantes desde la antigüedad, hay otra tradición, que nace con los sofistas, con Epicuro y Lucrecio, se desarrolla con Spinoza y que, desde presupuestos materialistas, teoriza el carácter diferencial de los seres humanos. Esa tradición desemboca, en los siglos XVIII y XIX en una serie de filósofos, con Marx a la cabeza, que subrayan la diferencia de los intereses de los individuos en función de su posición social. De manera muy esquemática, argumentan que no son los mismos los intereses del amo y del esclavo, del señor y el siervo de la gleba, del capitalista y el trabajador. Y así describen la sociedad no como un lugar uniforme, sino atravesado por intereses diversos, en ocasiones contrapuestos. Desde esta perspectiva, el pretendido bien común no es sino una construcción, una estrategia de quienes ostentan el poder para gobernar en función de sus intereses presentándolos como si fuesen de todos. Me parece que no hay descripción más ajustada de lo que está sucediendo, pues resulta evidente, por poner un ejemplo, que el interés del banquero no es el mismo que el de la ciudadanía de a pie. Incluso podríamos decir que son contrarios, pues al beneficiar a la banca, los Estados no están haciendo sino debilitarse a sí mismos. La teoría de que si a los poderosos les va bien al resto nos irá bien, pues podremos mantenernos con las migajas de su banquete, se ha mostrado, además de tremendamente injusta, falsa.

EL CAPITALISMO es una teoría política solo construible desde el desprecio a la mayoría social. Incluso cuando funciona más o menos bien lo hace para un porcentaje ínfimo de la población mundial y, por sus propios presupuestos, no puede ser desarrollado sin generar una profunda brecha social. Esa brecha social, esa falla geológica y política que creíamos alejada de nosotros, está resquebrajando la tierra bajo nuestros pies. Y la solución de los políticos sistémicos, que, como el mono ese que se tapa los ojos, las orejas y la boca, se niegan a mirar a la realidad cara a cara y se refugian en construcciones teóricas obsoletas, consiste en seguir alimentando a la Bestia, inmolándole cada vez mayores cantidades de euros, más servicios sociales, más, en última instancia, seres humanos. Con los resultados que constatamos día a día: nada de nada.
Frente a ese inexistente bien común, que camufla el interés de los poderosos, sí que es posible detectar, describir, teorizar y buscar, el bien de la mayoría. No se trata de reformar el sistema, pues sus presupuestos lo hacen inviable. Las reglas del juego están hechas para beneficiar a los menos, por lo que no cabe más que crear otro juego, con otras reglas. Se trata de construir un nuevo sistema que parta de esa idea de la mayoría, que busque el beneficio de los más y no tema, para ello, enfrentarse a los menos. La crisis nos coloca ante esa disyuntiva. Solo la potencia de la ideología puede mantener viva esa idea del bien común, el análisis de la realidad nos coloca ante un profundo conflicto de intereses entre los pocos, muy pocos, y los muchos. La historia de la humanidad es la de ese conflicto, en el que, casi siempre, los menos se han impuesto a los más, argumentando, en ocasiones, que representaban a todos. Ese todos, el bien común, es irreal, falso, ideológico. Pero sí que hay una amplísima mayoría que puede construir una nueva realidad a partir de sus intereses colectivos. Ahora bien, para ello hay que arrancarles los privilegios, y el dominio del pensamiento, la economía y la política, a aquellos que controlan el sistema.
JUAN MANUEL Aragüés Estragués, Profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza


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sábado, 29 de septiembre de 2012

El triunfo de los mediocres


http://davidjimenezblog.com/2012/02/28/el-triunfo-de-los-mediocres/


Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.  

Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.

Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera mínimos conocimientos sobre política internacional. Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo trece veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.

Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro que sin embargo encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que se insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.

Mediocre es un país que ha permitido fomentado celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.

@DavidJimenezTW



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jueves, 27 de septiembre de 2012

La privatización de la realidad


http://blogs.publico.es/andresvillena/2012/03/08/la-privatizacion-de-la-realidad/


Los recortes no han llegado precisamente solos. La mayoría de los medios de comunicación utiliza claros eufemismos y alardes de creatividad lingüística para referirse a ellos -reformas, aumento de nuestra competitividad, dinamización de la economía…- y hace ya algunos meses que completa este discurso oficial con apelaciones a un supuesto “cambio de valores” que la sociedad española necesita para poder salir de esta situación crítica.

Por eso, conforme vayan pasando los meses, cada vez oiremos más que es bueno pagar por una sanidad de calidad; que no se debe abusar de los servicios públicos; que lo que importa, en definitiva, es tener un puesto de trabajo para llegar a fin de mes y que debemos subordinar las luchas sociales a este objetivo prioritario… De algún modo u otro, se ha conseguido que toda reivindicación social parezca hoy día reaccionaria: la visión de que los sindicatos luchan por un modelo de empleo para toda la vida que ya no se adapta a la actual era de la información se difunde con rapidez. Y estamos a dos pasos de la liberación definitiva: pronto, todos podremos ser empresarios de nuestra propia vida.

La victoria de esta imparable ideología del siglo XXI podría verse reflejada en un ejemplo simple: imaginemos que a un polígono industrial de una ciudad como Málaga, Sevilla o Madrid llegara una gran multinacional y prometiera crear 700 puestos de trabajo a 650 euros al mes, diez horas al día. Una manifestación sindical y contestataria por el trabajo digno en frente de la nueva entidad acabaría reprimida con violencia. El problema es que los agresores no serían probablemente policías, sino la mayoría de los empleados de la nueva empresa.

La crudeza de este ejemplo refleja el retroceso social y el discurso defensivo en el que están sumidas las opciones progresistas desde hace más de lo que creemos. Con los socialistas colaborando con el capital financiero cuando pueden gobernar, la izquierda radical con cierta representación parece sostener solamente un discurso keynesiano y reformista, algo de lo que habrían aborrecido hace cuarenta o cincuenta años, cuando hasta la democracia cristiana europea podía ver con buenos ojos la banca pública.

Mal pinta la situación si ni siquiera podemos imaginarnos una salida contundente y creíble de la crisis, así como una respuesta a la ofensiva cultural que estamos sufriendo. Si al final acabamos abrazando la austeridad, buscando las cosas buenas del mundo gris en el que hemos penetrado e incluso desarrollando un nuevo concepto de la felicidad -con ribetes morales como la reducción del materialismo o la solidaridad- estaremos cerrando el círculo: viviremos en la realidad necesaria para que el beneficio de la concentrada propiedad siga creciendo al ritmo deseado… y llegaremos a estar contentos. Será la privatización definitiva de la vida, porque nuestros guionistas ya solo vendrán de Wall Street, de Endesa o del Banco Central Europeo. La disidencia intelectual quedará a la altura de la demencia o el comportamiento infantil. Por estas razones, esta primavera nos jugamos mucho más que la anterior.



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miércoles, 26 de septiembre de 2012

6000


http://blogs.publico.es/rosa-espinas/2012/09/26/6-000/

Como, según la Delegación del Gobierno, había ayer en Madrid tan solo 6.000 manifestantes, considero prueba irrefutable de incompetencia gubernamental haber movilizado a 1.400 (que eran más) agentes de policía para controlar el 25S.

Movilizar a tantos agentes, cerrar el Congreso, poner helicópteros y disfrazar infiltrados es hacer el ridículo, y espantoso, ante unos señores, 6.000, que no representan ni al cero coma cero poco por ciento de la población española. Ayer había casi más policías que personas, según la delegación del gobierno. Y eso puede ser muy peligroso para la policía.
Estas minúsculas manifestaciones deben ser tratadas con la sofisticación que se merecen. Porque nada le cuesta al gobierno, en lugar de desplegar a 1.400 policías, invitar a 6.000 tés a los indignados y calmarlos. Que el Palace está al lado del Congreso. Y un té cuesta cuatro duros. Porque se va rumoreando por ahí que el despliegue policial, para controlar a estos 6.000 cuatro gatos, ha costado unos 200.000 euros en horas extras policiales. Con eso se calma a un corrupto para que deje de corromper durante dos meses. O se paga la hipoteca de un buen hombre.
Cuando el Estado, y más si es el español, nos pone a los 6.000 gatos tanta vigilancia, a mí se me hace de preocupar, porque yo siempre he detestado la jardinería, y no me gustaría volver a criar malvas en las cunetas. Como ya hice en 1936.
Estos 6.000 tíos, unos don nadie, no merecían tanta protección, habiendo en España mucho banquero con su trasero expuesto a tantos delitos sexuales. Ya que el clamor popular indica que casi todo el mundo quiere darle a los banqueros por ahí. Con perdón a los que conserven preferentes.
Estos excesivos pruritos con las minorías, ya que eran solo 6.000, nos hacen plantearnos si en España no sobrarán más ciudadanos que oligarcas, pues uno nunca ha visto a Joan Rosell recibiendo las patadas y hostias policiales que tan alegremente recibía ayer el pueblo. Por tu compromiso con la democracia, Joan. Como los del 25S ayer.
Estos 6.000 manifestantes orondos, y lo digo no por despreciar a los gordos, sino para demostrar que solo 6.000 gordos muy gordos pueden llenar todo Madrid, tendrían que darse cuenta de que es un dispendio gastar tanta policía en ellos. Y comer menos. Y no manifestarse. Y quedarse en sus casas. Como 6.000 gilipollas. Y ver esa película sobre la democracia, que echan todos los días en todas las cadenas, titulada Novia a la fuga.
Pero no se enteran. Son solo 6.000. Entre 6.000 tíos y tías, nunca ha sido fácil desenterrar un solo pensamiento. Para eso están los diputados, ¿no?
Pasarán años hasta que yo comprenda por qué había 1.400 policías rodeando el Congreso y 6.000 ciudadanos rodeando a los policías. A mí la cuenta de cuatro ciudadanos por cada policía me parece exuberante, salvo si me pongo ninfómano y pienso en otro tipo de satisfacción.
No quiero sospechar, bajo ningún concepto, que el Gobierno nos haya engañado, y que no fueran 6.000 los manifestantes, sino los que yo vi. Desaguando el mar de Neptuno en su plaza, carnalizando a Goya Prado arriba y Prado abajo, y dejando al Thyssen-Bornemisza un poco desangelado de señoras extranjeras y de civilidad.
No quiero pensar que nuestros gobernantes, o sea, representantes, o como dice Clint Eastwood, empleados, nos hayan querido engañar. Porque eso no ha pasado nunca. Y, si queréis comprobarlo, pedidle a Urdaci el teléfono de la ce ce o o. Pero sería terrible que un gobierno veraz y democrático como este nos insultara de esa manera. Y menos un gobierno como dios manda. Que es gran pecado mentir, según no sé cuál mandamiento. Y, si no cumples ese mandamiento, un curita te toqueteará. ¿No? La verdad, o sea. Pido. ¿Seguro que eran solo 6.000?


















Querido policía, déjame felicitarte por lo de ayer. Te portaste como un hombre, te ganaste a base de porrazos la paga extra que te habían quitado y cumpliste a la perfección el encargo de apalear al pueblo. Es cierto que para otras cosas, la verdad, no vales, por ejemplo, eres incapaz de distinguir un hueso de pollo de un hueso de niño, con lo cual una simple investigación por asesinato acaba transformándose en un circo mediático y un pobre paleto te chulea durante meses, pero es que tú no estás para eso, querido policía, a ti no te pagan para pensar ni para sumar dos y dos siquiera. Lo tuyo es intimidar, montar follón, colarte dentro de una pacífica multitud y caldear los ánimos, manejar la porra y pegar hostias. Y lo cierto es que para eso no tienes precio, aunque el despliegue militar de ayer (con casi 1.500 efectivos, carretadas de lecheras, helicópteros, caballos, vallas, pelotas de goma) le haya salido por un pico al contribuyente. Con lo que te pagaron ayer a ti y a tus colegas por acojonar y romper huesos, se podía haber construido un colegio.
Da la casualidad de que ayer pasé frente al Congreso, no por Neptuno, sino por la Carrera de San Jerónimo, y vi la tremenda multitud a la que tenías que hacer frente: muchos jubilados, algunos con bastón, una señora armada de un silbato, otra con una camiseta contra los recortes, un montón de jóvenes de ambos sexos, unos cuantos fotógrafos, e incluso una pareja de ciegos que paseaba de arriba abajo tentando el aire. Aunque para ciego tú, querido policía, ciego y sordo, blindado de arriba abajo, envuelto en tu escudo y tu casco pretoriano para demostrar una vez más que no estás ahí para defender al pueblo sino para todo lo contrario. Al verte, tan chulo, tan orgulloso de tu fuerza, recordé a aquel anti-disturbios que me tropecé ventitantos años atrás, en una manifestación universitaria, un tipo grande como una montaña al que oí gruñir mientras acariciaba la porra: “Qué ganas tengo de repartir hostias”.
Querido policía, sigues siendo la misma bestia sin ojos y sin alma de toda la vida, la misma máquina de golpear de hace veinte años y de hace cincuenta años. Te conocemos ya porque te hemos visto antes, te hemos visto muchas veces, vestido con ese o con otro uniforme, el perro de presa del dinero, el esbirro imprescindible de todo poder y toda época: el mismo cosaco a caballo que golpeó al pueblo hambriento hasta la muerte en la Plaza Roja, el policía gordo que apaleaba negros en Mississipi, el tanquista ruso que entró a sangre y fuego en las calles de Praga.
Querido policía, debes de sentirte muy hombre sabiendo que enfrente sólo tienes manos desnudas y palabras, debes de sentirte justificado en tu violencia cuando hasta tú te tragas tus propias mentiras y acabas por creer que estabas haciendo frente a tácticas de guerrilla urbana cuando allí sólo había gente que no venía ni a tomar el Congreso ni a secuestrar diputados sino a expresar su rabia, a gritar que ya están hartos de tanta mentira y tanto expolio. El Congreso ya está tomado por una banda de cuatreros que ha incumplido todas sus promesas, unos sicarios del poder financiero al que sirven con la misma devoción que vosotros a ellos. Ya sé que lo tuyo no es pensar, pero piensa por un momento que si la muchedumbre de ayer hubiera ido con ganas de bronca, probablemente no habrías salido tan bien parado. A veces me pregunto cómo será eso de llegar a casa con el deber cumplido cuando tu deber consiste en agarrar del cuello a una mujer, en abrirle la cabeza a un señor indefenso, en reventar a palos a un joven tirado en el suelo. Ya sé que te pagan a tanto por hostia y a doble por cabeza abierta, pero te advierto que la gente se está empezando a hartar de que la traten como a ganado, de que la ordeñen cada cuatro años y la aporreen siempre que les apetezca.
Que duermas bien, machote.




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martes, 25 de septiembre de 2012

Ese tío


http://elbutanopopular.com/la-casa-de-los-padres/250/ese-tio/

El tío ese al que los papás le decían que estudiara, a ese tío yo lo conozco. Se sacó Filología pero terminó trabajando para una aseguradora. Se pasa el día enviando y recibiendo correo y preparando documentación en la oficina, y cuando llega a casa por la noche intercambia miserias con la parienta. Luego acuestan a los niños y ven puta mierda en alta definición hasta las tantas. Ahorran para la hipoteca cenando macarrones con atún. Cuando lo sacan de la lata, el atún parece comida para perros. Pues fíjate tú. Como para no hundirse.

Ese tío que se remanga la melena con la mano y echa el potón en medio de la calzada, a ese también lo conozco. Namás se ha metido unas pocas birras y un par de canutos, pero a estas edades la cogorza pega fuerte. El año que viene tiene que decidir qué estudiará pero a él lo único que le preocupa es meterla en caliente y enturbiarse la cabeza a saco. Si hay que gritar y dar por culo a la vecindad, por él vale. Escogerá una carrera a voleo porque todo se la suda. Cuando se le cruzan los cables, le arrea una somanta de patadas a una cabina telefónica.

¿Y qué me dicen de ese otro tío? En cuanto se tome otro vino se arrancará a rememorar viejos tiempos y a cargar contra la generación ni-ni. Que si los chavales de ahora son unos subnormales, que si son unos vagos, que si namás saben montar botellones y zampar pastis, que si patatín que si patatán. Yo argumento que también nosotros fuimos subnormales y también nosotros fuimos vagos, y le recuerdo la de veces que estampamos nuestro vómito en mitad de la acera. Que no es lo mismo, dice él. Que aquello era otra cosa muy distinta.

En España somos cuarenta y siete millones pero por el mismo precio podríamos ser un solo tío. El tío que se pasó la juventud cargando contra el santo matrimonio para terminar casándose por la iglesia, el mismo que cambio los pregones antisistema por el voto útil. El que primero se cagaba en sus padres y que luego terminó cagándoles la vida a sus hijos. El tío desmotivado con motivo, el tío ciego, el tío bocazas, el tío envidioso. Un tío que si atara cabos y sacara conclusiones se amorraría inmediatamente a la botella de lejía. A ese tío, cuando lo tienes delante, no sabes si darle un abrazo o sacudirle una patada en los cojones. Pero lo cierto es que nos está jodiendo vivos a todos. A ese tío hay que darle una lección. A ese tío hay que matarlo.



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lunes, 24 de septiembre de 2012

Cómo se maltrata a los investigadores


http://www.principiamarsupia.com/2012/09/15/com-se-maltrata-a-los-jovenes-investigadores/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=com-se-maltrata-a-los-jovenes-investigadores

Fuente: Carta Abierta por la Investigación en España (www.investigaciondigna.es)
La Federación de Jóvenes Investigadores se ha sumado a las manifestaciones de este sábado en Madrid para protestar por los recortes en investigación.
Desde el comienzo de la crisis, nuestros gobernantes han repetido que España debe cambiar su modelo económico “del ladrillo al conocimiento”Estas son algunas de las cosas que han ocurrido:
- En 2012, el presupuesto de I+D en España ha sido recortado un 22% (comparado con un recorte del 16% para el resto de la administración).
- Los países de la UE que menos invierten en I+D son, por este orden, Irlanda, Portugal, Italia, España y Grecia. (Eurostat, 2011).
- Francia ha anunciado un paquete de estímulo de 35.000 millones para investigación (leer aquí).
- Alemania ha incrementado el presupuesto de las instituciones de investigación en un 5% hasta el 2015. (leer aquí).
- La actual secretaria de Estado de Investigación, Carmen Vela, afirmó en una carta a la revista Nature, que “en España hay demasiados investigadores“. (aquí estan los datos que lo desmienten).
- Cospedal ha dejado sin fondos a jóvenes investigadores del Centro de Parapléjicos de Toledo. Cobraban unos 21.800 euros brutos al año. (leer aquí).
- Cada año, los alumnos más brillantes de secundaria participan en la Olimpiada de Física. Los ganadores recibían un premio de 300 euros. En la última edición, el Ministerio de Educación decidió que no podía permitirse semejante dispendio y no pagó los premios (leer aquí).
- “Wert no ve negativa la fuga de cerebros españoles”. (leer aquí).
- “29 investigadores españoles consiguen de la UE la financiación que les negaron Rajoy y Zapatero para sus proyectos”. (leer aquí).
- El gobierno ha decidido recortar los programas para recuperar cerebros del extranjero. (leer aquí).
- La congelación de plazas en el CSIC, ha hecho que la edad media de los investigadores se dispare hasta los 53 años. (leer aquí).
- Robert Huber, Premio Nobel de Química de 1998: “En España habrá una generación perdida de jóvenes científicos”. (leer aquí).
- Varios profesores universitarios han sido despedidos mientras estaban de vacaciones. (leer aquí).
- “España exporta científicos a cero euros” (leer aquí).
- Nuestras universidades son un fabuloso negocio para los centros de investigación extranjeros: no les cuesta un duro su formación y se aprovechan de su talento. (leer aquí).
- El retroceso de la investigación no podrá compensarse cuando la situación mejore. (leer aquí).
Os invito a que dejéis más datos sobre la situación que vivimos los jóvenes investigadores españoles en la sección de comentarios. Yo voy a dejarlo aquí, porque me avergüenzo de ser español y haber elegido la ciencia como profesión.

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domingo, 23 de septiembre de 2012

Carta a ti, diputado: tú despediste a mi padre


http://www.publico.es/espana/442638/carta-a-ti-diputado-tu-despediste-a-mi-padre


Mi nombre es Yeray Calvo. Trabajo desde hace cuatro años como periodista en Público.es. Antes de ayer recibí una llamada de mi hermano. Raro, porque él no suele llamar muy a menudo. “Siento darte una mala noticia Yeray; han despedido a papá”, me dijo. Yo, señor diputado, no podía dar crédito (mira por donde, como los bancos, pienso al escribir esto. ¡Qué guasa!). No podía dar crédito, no porque no sea conocedor de la grave situación que vivimos, sino porque en el fondo, uno tiene la sana esperanza de que la mierda no te acabe salpicando.

Te escribo esta carta a ti (si me permite el tuteo), diputado, porque mi padre está, desde el martes, en la calle después de toda una vida trabajando. Cuando digo ‘toda una vida’ no es una forma de hablar. De niño, ayudando a mis abuelos a sacar el campo adelante. De adulto, como conductor de autobús en una empresa familiar valenciana. ¡20 días y a la puta calle!, me repito todo el rato.Jodida reforma laboral. Si al menos hubiera servido para algo, me digo. La indemnización ridícula que se llevará mi padre (cercana a 20.000 euros) después de años y años de trabajo dolería menos si supiera que, la reforma laboral, como nos dijeron, ha servido para crear empleo. ¿Pero qué digo? ¡Si por lo menos hubiera servido para detener la sangría de desempleados! Ni eso. De hecho, visto desde otro ángulo, diputado, quizás mi padre ha sido despedido debido a la reforma laboral. Todos sabemos que ahora echar a la calle a alguien te sale casi gratis y es la salida más fácil para cualquier empresa con problemas. De este modo, extiendo mi agradecimiento a ti, Mariano Rajoy, por tu gran contribución, por la parte que me toca, al despido de mi padre.
Si me permites quiero hablarte un poco de mi padre, diputado. Mi padre ha vivido siempre por encima de sus posibilidades. Sí. Se levantaba a las cinco de la mañana para preparar el autobús para una jornada de servicios concatenados. Comprobar que funcionaba el sistema de apertura de puertas. Poner en marcha el viejo motor diez minutos al menos para rodarlo y que ya no se calase durante el resto de día. Hacer algún apaño, ya sabes cómo son los coches viejos... siempre se estropea algo. Limpiar un poco, preparar los discos de las rutas y llegar a tiempo. Siempre llegaba a tiempo. Por algo se levantaba tan pronto (siempre ha sido un poco exagerado y obsesivo con estas cosas. Lo sé porque yo lo he heredado).
Diputado, yo he visto a mi padre, te lo prometo, trabajar dos meses seguidos sin disfrutar de un puto día de descanso. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.  Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y  domingo. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, y domingo. Multiplícalo por cuatro e imagínate trabajando. Es aburrido y cansado, como leer las líneas anteriores. Por ponerte un ejemplo, es como si tuvieras que ir al Congreso de los Diputados (sí, ese hemiciclo que a menudo veo vacío por la tele) todos los días, tuvieras que estar sentado (sin volante, eso sí) durante más de ocho horas al día, durante dos meses. La empresa va mal y hay que arrimar el hombro y apretarse el cinturón, pensaría para hacer tal salvajada. Ahora, el país está en ruina y tampoco veo a los señores diputados perder el sueño por ello, así que, visto lo visto, se tuvo que haber equivocado asumiendo toda la carga él solo.

Tienes toda la razón, diputado, mi padre ha vivido por encima de sus posibilidades. Lo ha dado todo por encima de sus posibilidades. Ahora está en la calle con 56 años y unas perspectivas en el mercado laboral más negras que la piel de Ana Mato o Francisco Camps. Por cierto, tengo un recuerdo especial para ti, Paco. También gracias a ti (espero que algún día leas esto) se ha podido fraguar el despido de mi padre. Si no hubieras arruinado el País Valencià como lo has hecho, sin las deudas a los colegios de la región, que a su vez deben pasta de las rutas escolares a las empresas de transporte, nada de esto sería posible. Por no hablar de mi madre, gran mujer, que un fatal día sufrió una trombosis y que a día de hoy, años después, sigue sufriendo las secuelas de todo aquello. De la puesta en marcha de la Ley de Dependencia, de la que tanto pasaste, Paco, me río. Con tu permiso. Tampoco es momento para hablar de mi hermano, diputado. Licenciado en derecho, máster, inglés, francés, alemán, italiano y valenciano. Tiene que buscarse un futuro fuera porque aquí no encuentra trabajo. Otro día te escribo sobre las perspectivas laborales de mi generación.

En un momento tan difícil como este, pensarás, es cuando uno debe recurrir a sus ahorros. Los tiempos de bonanza pasaron y culpa tuya es si no ahorraste lo suficiente de cara a futuros malos momentos, dirás. Como han hecho el Estado y los bancos, claro. Te va a hacer mucha gracia esto que te voy a contar, diputado. Te vas a descojonar, pero es que resulta que los ahorros de mi padre están en no sé qué movida de preferentes, que un día le vendieron (engañándolo como a miles y miles de afectados). Un buen día el encargado de una oficina de Bancaja de mi ciudad le recomendó a mi padre meter todos sus ahorros ahí. “Los podrás sacar cuando quieras”, le dijo. Es normal que te entre la risa, si no son tus ahorros, resulta hasta graciosa tanta carambola fatal seguida. No sé si decírtelo, diputado, porque ya ni me vas a creer, pero es que mi abuela también metió parte de sus ahorros ahí justo antes de que estallara el problema. Hay que ver, ché, qué mala suerte...

Creo que ya me estoy extendiendo demasiado, diputado. Sé que tu tiempo es oro y no me gustaría hacértelo perder. Para terminar, sólo quiero decir que, a diferencia de Cristiano Ronaldo o deEsperanza Aguirre tras su marcha, yo no estoy triste. Estoy cabreado y profundamente decepcionado. Estoy cabreado con una clase política incompetente que huele a chamusquina y que dice merecerse los elevados sueldos que gana. Perdóname, diputado. Sé que no se debe generalizar pero es un momento jodido para mí. Sé que no todos los políticos son iguales y que de los ciudadanos depende, con su voto y con su protesta, saber encontrar a los pocos íntegros que valen la pena. Pero cabrón, cada vez lo ponéis más difícil.
Atentamente y para cualquier cosa, aquí me tienes

PSDT: Papá, eres un héroe jodido. Un jodido héroe. Ojalá pueda pensar lo mismo de nuestros diputados algún día


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sábado, 22 de septiembre de 2012

La desestructuración de la clase obrera y la despolitización de las relaciones sociales


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74294

En estos días y los que quedan, “la crisis” del sistema financiero parece haber tomado el espacio público, o mejor dicho, el publicado. Se habla de la crisis del capital, de la cual se temen las consecuencias que los distintos gobiernos tratan de amortiguar. Igual de importante, al menos para el análisis político y social, es hablar de la crisis del trabajo. Con esto no me refiero a hacer una valoración melancólica del proletariado revolucionario, sino a llevar a cabo un análisis de lo que quizá sea sintomático de las transformaciones socio-políticas contemporáneas. Tenemos crisis del capital financiero por doquier, pero no estamos saturados, ni comprometidos en huelgas generales, ni consignas revolucionarias… ni siquiera parece que el sistema de producción capitalista sufra muchas críticas. Como demuestra el artículo de Chris Bambery ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74138 ) , incluso los sindicatos en tal coyuntura apoyan medidas pro crecimiento económico: “algunos alegan abiertamente que una recesión significa que no se puede luchar o ni siquiera resistir en cuestiones salariales”. “Estos compromisos que sus predecesores hicieron a mediados de los 70” ya habían destruido un “movimiento obrero vibrante”. Pero ahora no hay si quiera movimiento de clase que destruir. Estas transformaciones presentan un campo de análisis necesario para entender la falta de una izquierda consistente que consiga en estos momentos posicionarse críticamente por una transformación revolucionaria.

A principios de los noventa Andrés Bilbao, uno de los más lúcidos sociólogos españoles, escribía a partir de una investigación sobre el proceso de desestructuración de la clase obrera militante y las transformaciones que había sufrido su discurso. Rescatar este análisis tiene interés en el momento actual, a pesar de sus limitaciones temporales, para indagar en los mecanismos políticos y económicos de este proceso, y sobre todo, para entender el escenario político actual en el que la crisis del capitalismo a gran escala carece de una respuesta social.

Andrés Bilbao analizaba el proceso de desestructuración de la clase obrera (entendido como la disolución del discurso militante), y lo hacía combinando una exposición teórica sobre las transformaciones sociales y económicas con la indagación sobre la percepción y subjetividad de los propios trabajadores asalariados en diferentes sectores. Para ello, contextualizaba las particularidades del caso español en la dinámica global del sistema económico: comprendiendo las reformas en el mercado laboral en función de la reestructuración económica general. De esta forma, conjugaba la dimensión teórica y la estadística, con la investigación de casos concretos analizando el discurso de varios entrevistados.

El proceso de desestructuración de la clase obrera se entiende en dos planos: por un lado, en los cambios relativos a la nueva configuración del mercado de trabajo, las regulaciones del derecho del trabajo y las condiciones del empleo; y por otro lado, en la transformación de la subjetividad política: el fin de la identificación de los trabajadores asalariados como clase obrera (con el contenido político que ello implica). De acuerdo con el autor, la desestructuración de la clase como categoría política es paralela a la reestructuración económica que responde a la lógica de acumulación de capital: esto conlleva la desarticulación del antagonismo de clase que negaba la naturalidad del orden existente.

Durante la década de los noventa estos cambios han ido evolucionando según las líneas que analizaba A. Bilbao en base a las necesidades del proceso de acumulación. El empleo asalariado industrial en los países desarrollados disminuye, a la vez que incrementa las condiciones precarias en el trabajo cualificado, aumentando el empleo temporal, e incorporando nuevos sujetos como jóvenes, mujeres y migrantes. Esto, en un proceso de segmentación del trabajo que se refleja en la desconexión de las luchas sociales. Ya en la huelga general de 1988 Andrés Bilbao comprueba cómo el discurso militante obrero se entrelaza con el discurso ciudadano. Casi veinte años más tarde, en la coyuntura de una crisis del sistema financiero actual parece que el discurso ciudadano ha relevado casi al discurso obrero, a penas latente.

La investigación de Andrés explicaba el descenso de la conflictividad social y la despolitización del discurso político. La investigación llevada a cabo se situaba en el momento en el que se dan los síntomas de la despolitización social a través del cese progresivo del conflicto colectivo. A. Bilbao indagaba en las subjetividades políticas de asalariados para analizar las reminiscencias del discurso militante y la emergencia del ciudadano en el proceso doble de desarticulación de la clase obrera y las transformaciones en el mercado laboral

El mundo con clases sociales y el mundo sin clases: dos clases de mundo.

El concepto de clase social y su estudio desde la sociología conlleva una problemática histórica en torno a su ontología. El debate se ha movido generalmente en torno a dos posiciones, la primera la que consideraba la clase social como una realidad sustantiva (que puede ser estudiada objetivamente), la segunda la que la entendía como una construcción teórica del sociólogo para la comprensión de la realidad tanto material como subjetiva. Cabría decir que en cuanto a realidad objetiva se han dado dos tendencias en debate, pero que según A. Bilbao, ambas parten de la premisa de la existencia de la clase como realidad, no como categoría sociológica, a pesar de sus discrepancias. Por un lado tenemos los que han considerado que las clases sociales son consecuencia de las relaciones materiales dentro de la estructura social. Por otro lado, están los que consideran que la subjetividad y percepción de los individuos es lo que configura la clase social.

La clase como tipo ideal en la ciencia social es el resultado de las características en las cuales el sociólogo basa su categorización. Según Andrés Bilbao la teoría clásica, tanto la economía política clásica como el marxismo tradicional han considerado a las clases sociales como realidades sustantivas en las que se distinguen tres momentos: la posición en el proceso de producción en cuanto a la propiedad (la fuente de ingresos: salario, renta, capital), las relaciones sociales, y los intereses objetivos que se corresponden con la clase social y la conciencia político-social. Este análisis de lo social en base a la pertenencia a una clase se corresponde con un mundo en el que las relaciones sociales y políticas se conciben en función de la clase social. En este sentido, la clase social articula la vivencia personal con las condiciones sociales de la interacción colectiva.

Andrés Bilbao introduce un elemento esencial para la comprensión de la importancia de la desestructuración de la clase obrera en la actualidad, y sus consecuencias en la esfera política. Según su criterio, la clase obrera es también una categoría política, en tanto que históricamente se corresponde con una construcción política. Entender esta dimensión de la clase obrera es primordial para comprender la funcionalidad de su desestructuración para la continuidad del orden existente. La clase obrera no es simplemente una categoría sociológica sino que se corresponde con una realidad subjetiva de una opción política basada en la posición en las relaciones de clase. Es una realidad histórica en la que las relaciones sociales se concebían en términos de intereses de clase. La opción política es una prolongación del conflicto social: lo político se caracteriza por el antagonismo de clases. La interpretación de las posiciones relacionales en el espacio social contemporáneo no se corresponde con este esquema. Son más complejas puesto que los factores culturales, sociales, económicos y simbólicos intervienen de forma más ininteligible en la percepción de la posición en relación con otras clases. Y esto tiene sus consecuencias en la coherencia de la construcción del discurso político, la falta una relación de las diferentes esferas sociales en la narrativa vital. Esto puede traduciría en la falta de movilización ante las medidas fiscales que se toman estos días; las apariencias como si nada pasara a pesar de que los contribuyentes (a los que se alude siempre como “los ciudadanos”) afrontarán los costes del entramado financiero.

La sociología a partir de los años 60 y 70 va abandonando la categoría de clase social para sustituirla por el concepto de individuo (paralelamente a la desarticulación del discurso militante). Así se alimenta una fragmentación de la clase obrera que influye en el análisis sociológico: En lo social pasa a ser un agregado de individuos que se relacionan en el mercado, en la política es el ciudadano y en el proceso de trabajo es el trabajador perteneciente a la fuerza de trabajo. Como consecuencia, el objeto de estudio en la sociología será el individuo. La clase social pasa a un segundo plano, o a una mera revisión histórica, y es sustituida por el concepto de ciudadano y el de movimiento social.

El abandono paulatino desde las instancias intelectuales de la categoría clase social que suponía una comprensión extensa de lo social es paralelo al cese de la subjetividad obrera como categoría política. Según nos muestra el libro Obreros y Ciudadanos de A. Bilbao, en los discursos de los trabajadores conviven elementos del discurso militante con otros del individuo. La relevancia de este análisis para las ciencias sociales está en la comprensión del cese de la expresión colectiva que cuestione la naturalización de las relaciones sociales contemporáneas y la acción política que amenace su continuidad. [1]

El riesgo de las ciencias sociales está en permanecer en el análisis de las subjetividades políticas sin profundizar en la estructura social y el proceso de cambio subjetivo. La desaparición de la clase obrera como construcción histórico-política es paralela al auge de nuevas identidades políticas que no se corresponden con la situación en el sistema productivo. Sin embargo, la línea que relaciona la posición material en las relaciones laborales-económicas con las demandas políticas se ha quebrado. Lo que A. Bilbao evidenció con su análisis es que esta desarticulación está lejos de corresponderse con el final del malestar relacionado con el trabajo y con el final de la desigualdad y explotación en el empleo.

De acuerdo con sus palabras, las consecuencias de este proceso son alarmantes no sólo desde una visión de la estrategia política, sino desde las ciencias sociales. Estas, que deberían cuestionar el orden de las relaciones de poder simbólico (que dan sentido al mundo y mantienen las relaciones asimétricas de dominio) deberían alarmarse por la falta de un discurso que en esta coyuntura política y económica fuera capaz de independizarse políticamente del capital. Deberían alarmarse ante la falta de acción política contra la injusticia y desigualdad, que estos días queda, si cabe, más al descubierto

Discurso militante y discurso desestructurado.

El discurso militante proviene de la ideología obrera (de la conciencia de clase [2] ), es decir, de una cosmovisión que considera las relaciones del sistema capitalista como relaciones de explotación entre clases. Por ello, el interés individual se identifica con el interés colectivo de clase. La visión crítica del mundo social proviene de una racionalización de las condiciones de explotación que se proyecta como una alternativa política. Este discurso busca la integración material a través de la disolución del antagonismo. Mediante este discurso el obrero articula su experiencia social negativa con la praxis política.

Sin embargo, el discurso desestructurado que domina hoy, percibe las condiciones económicas y las relaciones laborales como ajenas a la actividad política. La experiencia en las relaciones económicas es considerada como una materialidad física ajena a la ideología y práctica política. La visión negativa de las relaciones laborales puede darse, pero no se traduce en acción política. El malestar social no conlleva una posición crítica y subversiva, la sociedad se concibe en términos positivos, sin oposiciones colectivas. El individuo se enfrenta sólo y desamparado a las relaciones sociales, en las que se ocupa de buscar su propio interés dentro de las condiciones de lo posible, que no tiene una correspondencia normativa con un interés colectivo en busca de la justicia social .

El discurso desestructurado supone la integración por consenso. El orden social es aceptado como inevitable, por lo que la experiencia material no implica una actitud política negativa,” la integración es por ello ideológica, no material”. En el momento en el que A. Bilbao llevó a cabo el trabajo de campo y la investigación del proceso de reestructuración económica, se encontraron discursos superpuestos de estos dos tipos ideales de discursos. En esos momentos los discursos se correspondían además con las condiciones de trabajo y las formas de empleo. Según Bibao, los sectores dónde había cambios en la temporalidad del trabajo y las condiciones de precarización relacionadas con la reestructuración económica se correspondían con preeminencia cuantitativa y cualitativa de discursos ciudadanos y viceversa.

Según esta tendencia que encontraba el autor en los 90 podemos esperar que actualmente predomine el discurso ciudadano. El malestar y el desinterés por el trabajo que puede formar parte de la narración del ciudadano, no se articula políticamente. Los trabajos temporales, la baja remuneración, las condiciones infrahumanas incluso en trabajos cualificados, y otras circunstancias, pueden configurar la negatividad en torno al trabajo y la actividad laboral. Sin embargo, esta potencialidad, no se traduce en una negación del sistema de producción, ni se cuestiona el paradigma desarrollista y de bienestar social. Estos días de crisis del capital, incluso las demandas e intervenciones de la izquierda y los sindicatos están más cercanas al discurso del ciudadano que al discurso del obrero. 
 
Desde el punto de vista normativo y ontológico no creo que para A. Bilbao la clase obrera fuera el único sujeto político capaz de negar el orden existente en acción colectiva. Sin embargo, atendiendo al enfoque histórico de su trabajo, la desarticulación de la clase obrera es síntoma de y consecuencia de la hegemonía de nuevos sujetos (individuos ciudadanos) con limitaciones como categoría política subversiva. Probablemente no deberíamos ver esto como una imposibilidad ontológica de emergencia de otros sujetos políticos que articulen otras formas de resistencia en aras de la emancipación social; pero sería necesario la emergencia de sujetos colectivos que superaran los límites de los discursos obreros y a su vez subvirtieran la condición política del ciudadano. 

* Cristina Catalina es Estudiante de CC. Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid

Referencias bibliográficas de A. Bilbao
- Andrés BILBAO, Obreros y ciudadanos. Ed. Trotta. 1995. Madrid.
- Andrés BILBAO, La economía como norma social, en Cuadernos de Relaciones laborales, Nº16. Págs. 37-58. ISSN 1131-8635
- Andrés BILBAO. La crítica del discurso económico, en Cuadernos de Relaciones laborales, Nº16. Págs. 9-11. ISSN 1131-8635 - Andrés BILBAO Trabajo, empleo y puesto de trabajo. En revista Población y sociedad. Nº34. Págs. 69-82. 200.



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viernes, 21 de septiembre de 2012

Dosis de humillación



La reforma de la ayuda de 400 euros para los desempleados crónicos trae en su envoltorio una granujada: el peticionario tendrá que recorrerse su circunscripción de punta a punta durante treinta días para confirmar lo que ya sabe, que el mercado laboral es una nata que no atraviesa ni una mosca anciana. Pero Tony Judt, en su libro Algo va mal, subraya de manera demoledora la pasión que tienen los conservadores por demostrar que los instrumentos del estado del bienestar son, desde la Thatcher, extensiones de la caridad o la beneficencia. Esta dosis de humillación es como una especie de rebuzno del burro que, reacio a la consideración, pero acosado, decide finalmente tragarse la fuerza bruta y ofrecer algo pero sin renunciar a las esencias de su brutalidad. Y la estética es importante: todos sospechosos de mentirosos, pícaros, trapisondistas, solapadores de subvenciones, saqueadores de las arcas públicas, vividores, vendedores de chatarra, ladrones... Y después ya se verá quién engaña, pero en principio todos tienen que ir al mismo saco de la fruta podrida.

La granujada del PP y de la sufridora Fátima Báñez, tan samaritana, supone esparcir, a bocajarro, la idea de que en esta España tragicómica existen signos parapsicológicos de mercado laboral, si bien hay una turbamulta que se ha acostumbrado a vivir maravillosamente con 400 euros. Una cantidad, al parecer, que combinan con otras de procedencia indescifrable que les permiten arreglar el mes con decoro, y con las que crean vaca con los ingresos provenientes de las pensiones de los abuelos, aparte de que pueda venir otro poco por un mes de empleo de la hija pequeña en una caja registradora de un centro comercial. O sea, un panorama absolutamente lujurioso para un parado que perdió su empleo bien remunerado años atrás, y que ahora apuesta por el sedentarismo de los 400 euros y sus hijuelas para malvivir. Difícil de creer, pues, una preferencia malversadora por este Jardín de las Delicias. El Estado, sin embargo, se obstina en el proceder mentiroso del agraciado, y le clava en su lomo desencajado la banderilla de la vergüenza: salga usted a la calle, vaya de empresa en empresa, de tienda en tienda, de taller en taller, y vuelva a casa con lo que ya lleva escrito en la frente: demasiado viejo, excesivamente preparado, sin domicilio fijo, con un coche a punto de reventar, venga dentro de un mes, acabo de despedir a dos, los bancos me cerraron el grifo, necesito a gente con iniciativa, le faltan habilidades sociales, estoy a punto de cerrar...

La escritora Ana María Moix lamentaba la semana pasada la vuelta de los chivatos y delatores a España, igual que en la época en que la lengua sucia de un sereno te colocaba delante de la Brigada Política Social para molerte a palos. El PP y su legislación de la sospecha (el beneficiario de un desempleo también puede quedar suspendido en el aire por una supuesta irregularidad no demostrada, y pendiente de ser investigada) abre brecha y estimula la idea de la sociedad culpable. No son los bancos ni los empresarios, ni por supuesto los políticos, son los ciudadanos los incapaces para encontrar un trabajo, y encima se cuelgan como sanguijuelas ahítas de sangre de las arcas del Estado. Estos parados, auténtica lacra, deben salir de sus guaridas, y el PP va a demostrar que toda esa leyenda del estado del bienestar lo único que hace es engordar monstruos.

El fin de la II Guerra Mundial abrió un capítulo de abundancia para la economía europea, no sólo para el capital, sino también para levantar un consenso sobre la necesidad de que la creación y la acumulación de riqueza sólo podía sostenerse con políticas sociales de protección, ya fuese en la sanidad, la educación o en la misma esfera laboral. La idea de un progreso sostenido a partir de esta conjunción parece que se ha resquebrajado. Esta dependencia entre el capitalismo y los resortes del estado del bienestar hace aguas. Cada vez le cuesta más a partidos como el PP aceptar como necesaria (se podría decir que hasta obvia) que una parte del beneficio (y ante una crisis no cabe más remedio que extraer los recursos de los que más tienen) debe ir necesariamente a ayudar a los damnificados con una redistribución proporcional de la caja central. La obligación no puede confundirse con la caridad, ni tampoco cabe, como antesala a un punto y final, que la sociedad española es como la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones.

Las exigencias del aparato legislativo contra la picaresca que, según el PP, anida en la sociedad española contrastan, sin embargo, con los requerimientos a los que se ven sometidas las grandes fortunas que defraudan impuestos. ¿No cabe ahí alguna dosis de humillación? ¿No podemos enterarnos a través del BOE de quiénes son los afortunados que se han podido acoger a la amnistía fiscal para regular parte de sus fortunas? ¿No está entre nuestras posibilidades conocer qué entidades bancarias españolas les ayudaron a blanquear sus capitales? ¿No cabría imaginar que mucho del dinero evadido tenga su origen en el narcotráfico? Hervé Falciani, un informático del banco suizo HSBC, se hizo con una base de datos de defraudadores de distintos países. La lista, en lo que se refiere a España, está en manos del fisco, que, al parecer, ha ido contactando con ellos de manera discreta para ofrecerles la oportunidad de que salden sus cuenta pendientes. ¿Quiénes son? Sólo hay rumores, pero no estaría de más exigirles alguna reparación social, aparte, claro está, de la consabida sanción por evadir impuestos a paraísos fiscales de cantidades multimillonarias.

El Gobierno del PP hace algún que otro esfuerzo para frenar la idea de que la banca y sus ejecutivos pueden hacer lo que les da la gana, y una prueba de ello es la limitación de sueldos de sus responsables tras el rescate europeo o los nuevos requisitos para la adquisición de las preferentes. Habría que ver, en todo caso, si estos topes son tan moralmente demoledores como mandar a un parado crónico a tocar de puerta en puerta durante 30 días para, una vez obtenido el certificado de buscador de empleo con la lengua fuera, pasar por una ventanilla y acreditar que es merecedor de los 400 euros del Estado.

JAVIER DURÁN



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miércoles, 19 de septiembre de 2012

El 60% de las empresas españolas paga con retraso


http://www.infodempresas.com/estudio-morosidad-empresas-espana-segundo-trimestre-2012/


administradores concurso de acreedores 2012

El 60,38% de los de las españolas no han respetado las condiciones pactadas con los proveedores en el segundo trimestre de 2012, según el sobre Comportamiento de Pagos de las Empresas Españolas realizado por INFORMA D&B.
 
ha realizado su estudio sobre los hábitos de pago de más de 360.000 empresas. Estos retrasos suponen un coste directo para el conjunto del tejido empresarial de 2.504 millones de euros.
Las condiciones promedio de pago acordadas han sido de 81,60 días en el segundo trimestre de 2012. Sin embargo el tiempo medio de abono de esas facturas ha sido de 102 días. Cabe destacar que el comportamiento de las empresas privadas mejora mientras que el de la Administración empeora. Las primeras pagan a los 102 días y la Administración en 113 días.

Respecto a ,  las empresas que más se retrasan son las de titularidad pública y los Inmobiliario y Hostelería. Por debajo de la media nacional encontramos cinco : Energía, 20,04, Educación, 18,78, Industria Manufacturera, 18,19, Intermediación Financiera, 17,74 y Comercio, 16,96.

Las comunidades que mejor pagan son País Vasco, Melilla y Navarra. Sin ambargo la comunidad con mayor de media es Canarias, 32,08 días, aunque sigue una línea de mejora. Tras ella se sitúan Andalucía, 28,77, y Extremadura, 26,46.

En cuanto al tamaño las pequeñas empresas son más cumplidoras que las de mayor tamaño: La mayor parte de los pagos de las medianas y grandes se hacen con un retraso de hasta 30 días.

* Este estudio ha consistido en el análisis estadístico de los datos de DUN TRADE®. INFORMA D&B, a través de su programa DUN TRADE® ha constituido una base de datos única, formada por 1,5 millones de experiencias de pago, tanto positivas como negativas, por un valor superior a los 10.500 millones de euros en la que se puede apreciar el comportamiento de más de 360.000 empresas diferentes en España. Constituye, por lo tanto, una válida referencia para determinar los hábitos reales de pago.


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martes, 18 de septiembre de 2012

El gráfico del endeudamiento español


http://www.agarzon.net/?p=1985

Utilizando las cuentas financieras del Banco de España he elaborado este gráfico sobre la evolución del endeudamiento en España. Las deudas son conceptualmente los préstamos y los títulos distintos de acciones (bonos, obligaciones, etc.) que forman el pasivo contable de los diferentes agentes económicos. Creo que es un gráfico que todo el mundo debería inscribir en su memoria. En primer lugar porque es útil para saber qué agentes económicos son los que han expuesto a tantos riesgos a la economía española y en segundo lugar porque es fundamental para neutralizar el populismo de derechas que ataca al gasto público y a determinadas instituciones territoriales (como las CCAA y los ayuntamientos).

Nota: En el gráfico, la curva de Administración Pública es la suma de la de Administración Central, Comunidades Autónomas y Entidades Locales.


Como sabemos, la economía española está altamente endeudada como consecuencia de su modelo de crecimiento. España ha necesitado pedir prestado para mantener su dinámica de crecimiento, muy basada en importaciones que había que financiar de alguna forma. Pero ese endeudamiento no ha sido responsabilidad de los agentes públicos, como el populismo de derechas pretende hacernos creer, sino que han sido los agentes privados los que han vivido “por encima de sus ingresos regulares”. Como se puede comprobar en el gráfico, son especialmente las sociedades no financieras las que aceleran su exposición a las deudas, seguidas por los hogares.

Por el contrario, desde 1998 la administración pública va disminuyendo su nivel de deuda pública hasta reducirlo prácticamente al 40% sobre el PIB. Y en la distribución de esa deuda, la práctica totalidad pertenece a la administración central, es decir, el Estado. Las Comunidades Autónomas y las entidades locales apenas tienen peso en el nivel de deuda publica total.

Por otra parte, una vez estalla la crisis las tendencias se invierten. Los agentes privados comienzan un proceso de desapalancamiento, es decir, de reducción de deudas, que empuja la economía hacia la recesión y que a veces sólo se completa con impagos. Es decir, aquellas entidades con más carga de deuda y que de repente, como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria, dejan de tener ingresos se ven obligadas a cerrar.

Esto del párrafo anterior es el clásico ejemplo de las empresas vinculadas a la construcción. Durante los años del boom se endeudaron mucho porque así la actividad resultaba más rentable (probad a ir con dinero prestado a un casino en el que sabéis que vais a ganar), pero cuando se deja de ingresar la quiebra es segura. Se producen despidos y el negocio pasa a manos de los acreedores (la banca). Dado que es un proceso de reducción del valor de los activos (lo que antes valía 1 millón -suelo, viviendas, etc.- ahora vale tres cuartas partes con suerte) los bancos tienen que asumir pérdidas o mantener virtualmente su valor (los llamados activos tóxicos).

Los rescates financieros y las políticas anticíclicas del gobierno central (los planes de estímulo y las prestaciones por desempleo) hacen que sea el Gasto Público el que comience a dispararse con la llegada de la crisis. Al dispararse en un entorno recesivo, es decir, con menores ingresos vía impuestos, el déficit crece y así crece también la deuda pública. Estamos pues ante la tendencia invertida.

En el caso de las comunidades autónomas (CCAA) la cosa es distinta como vimos el otro día. Las CCAA tienen un gasto fundamentalmente social (educación, sanidad, etc.) pero ingresos que llegan desde el Estado. Con menos ingresos llegando desde el Estado, las CCAA comienzan a endeudarse para poder mantener los servicios básicos del Estado del Bienestar.

En el caso de los ayuntamientos conviene echar un vistazo a este trabajo publicado en un blog. Allí se demuestra que la deuda municipal corresponden en su mayoría a los ayuntamientos más grandes. De hecho, el 40% de la deuda municipal corresponde sólo a los 10 ayuntamientos más grandes (en particular, el ayuntamiento de Madrid tiene un 22’5% de la deuda municipal total). Además, los mayores ratios deuda/habitante se dan también en los municipios muy grandes.

¿Qué quiere decir todo esto? Pues que el problema económico español está en el endeudamiento privado y no en el público, pero que incluso aunque se intentara atajar la deuda pública sería irracional hacerlo atacando a las CCAA y promoviendo la fusión de ayuntamientos pequeños. Esta es la recomendación que ha hecho, por ejemplo, UPyD, y es tan inútil económicamente hablando como populista políticamente -se propone en un contexto de paro masivo y donde la gente ve con envidia a la gente trabajar en sus ayuntamientos; por no hablar del centralismo español del que hablábamos el otro día.


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