jueves, 12 de abril de 2012

Cárcel contra las protestas ciudadanas


Ya estamos de nuevo, lo hemos visto antes, en cientos de ocasiones, e incluso se predijo, una y otra vez, pero cuando llega te parece imposible, intolerable, te corroe por dentro de la impotencia y la rabia que llegas a sentir. Nuevos ataques contra los derechos fundamentales. ¡Los derechos fundamentales, oiga! Una cosita que hasta la derecha más dura había tenido que aceptar tras la Segunda Guerra Mundial y que realmente había llegado a integrar en su discurso incluso. No estamos hablando de marxismo o anarquismo, no; se están poniendo en cuestión presupuestos básicos del Parlamentarismo Liberal, cuestiones que hasta hace dos días estaban fuera de toda discusión. Hasta este punto hemos llegado, hasta este punto se han deteriorado las cosas. El que no quiera ver no es que sea ciego es que es directamente imbécil.

Mirage



http://www.escolar.net/MT/archives/2012/04/mano-dura-protestas.html


El Gobierno de Rajoy quiere blindar las calles, endurecer las leyes, encarcelar a los revoltosos y criminalizar a los que protesten. Nadie defiende –al menos yo no lo hago– las algaradas violentas. No debería ser necesario endurecer la legislación para castigar a esos pocos que las protagonizan, sean forofos del fútbol o antisistemas. Son delitos que ya están penados. Pero los planes del Gobierno utilizan los anecdótico actos vandálicos como coartada para poner sordina al legítimo cabreo de la ciudadanía. Convertir protestas civiles pacíficas en atentados contra la autoridad castigados con cárcel es una vulneración de los derechos humanos, un grave abuso que debería hacer saltar las alarmas entre aquellos que dicen defender la Carta Magna.

De entre todos los porrazos al Código Penal que ayer anunció el Ejecutivo destacan dos disparates. El primero, que la resistencia pasiva sea considerada como un atentado a la autoridad castigado con la cárcel. Reducido al oxímoron, atentado pasivo: dícese del ejercicio pacífico del derecho constitucional a la reunión y a la manifestación sin esperar a la bendición del delegado del Gobierno –algo a lo que la legislación no obliga–.

El segundo disparate: que la simple convocatoria por Internet vaya a estar penada por cárcel y se convierta en un delito de “integración en organización criminal”. En la práctica, convierte en un delito la difusión por la red de cualquier manifestación que no esté previamente autorizada. ¿Da igual que la convocatoria sea pacífica? Si alguien difunde la manifestación y después un vándalo hace el idiota, ¿la cárcel es para ambos?

Es obvio que el Gobierno no está esperando a cambiar la ley para aplicar la política de mano dura, que forma parte de una estrategia muy estudiada contra el 15-M y otros movimientos de protesta. Las reformas que prepara el Gobierno coinciden de pleno con las instrucciones que ya está siguiendo la Fiscalía General del Estado. Tras la huelga general, los fiscales pidieron prisión provisional contra el actor Willy Toledo y contra dos manifestantes de Barcelona. Toledo cayó en manos de un juez sensato y quedó libre, ni siquiera había pruebas ni indicios sólidos. Los dos detenidos de Barcelona están acusados de actos vandálicos pero aún no han sido juzgados. Sin embargo, ya están en la cárcel (y Jaume Matas, en la calle).






http://blogs.publico.es/jesus-moreno-abad/2012/04/11/interior-arresta-a-gandhi/

Si Gandhi hubiera vivido en la España de estos tiempos, se habría llevado su merecido. Faltaría más. No es difícil imaginarlo infringiendo el articulado que propone el ministro de Interior para el Código Penal, la Ley de Enjuiciamiento Criminal y la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana; que de sólo pronunciarlas te sientes ya culpable y un poco hiperventilado. Imagínense a Gandhi llevándose lo suyo en Sol por ejercitar en la sucia noche su culpabilidad, convocando peligrosas concentraciones con sólo hacer doble clic en su iRueca desde el usuario @Gandhi869. Y, luego allí, ante la llegada de la Policía se pondría como un perro flauta en paños menores, sentado sobre los adoquines con esa violencia pasiva tan suya, esa estudiada y brutal pose de guerrilla urbana en que se ha convertido esta España post 15-M. En este país no cabe una tontería más, Gandhi. Vete haciendo a la idea.

Porque ahora podrás bajar a por el pan y convertirte en guerrillero urbano o en resistente a la autoridad a poco que te despistes. Ya se sabe que pocas cosas hay tan ambiguas como “alterar gravemente el orden público” cuando le añades el apellido “de forma pasiva”. Algunos kale flautistas se pensaban que era derecho de reunión. Hay gente para todo, Gandhi.

Es muy probable, además, que el Código Penal acabe convertido en un best-seller de rabiosa lectura. Más que nada por saber qué hacer o qué decir ante las Fuerzas de Seguridad. La opción más prudente parece ser entregarse preventivamente para no empeorar las cosas. Si los ves venir, te pones las esposas y te metes en el coche policial. Desconocer la ley no te exime de su cumplimiento. Aunque te parezca una chorrada intolerable. So ciudadano.





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